
Uno se acostumbra a vivir en la comodidad, en la opulencia, el bienestar y la alegría infinita. Uno vive en racha y las rachas no tienen por qué terminar, ni con una pandemia de por medio.
Los que nacemos con estrella tenemos una visión diferente de la vida, vemos las cosas a nuestra manera, barremos para casa. Pensamos que las canciones nos las cantan a nosotros, nos damos por aludidos con cualquier mirada, creemos que el amanecer espera a que lleguemos.
Una vez fui al Café del Mar, al esconderse el sol todos empezaron a aplaudir, me perdí el anochecer mirándoles a todos, pero sentí que el aplauso era para mí.
Porque soy ese que no necesita correr para coger el autobús, el que vaya para donde vaya tiene el viento a favor, soy al que le dejan entrar en las tiendas justo antes de cerrar.
Soy el que coge la mandarina más dulce del cesto, al que le traen el solomillo tal cual lo pidió, al que le toca el trozo más grande de la tarta.
Soy al que no se le salen los pies por debajo de la manta, el que siempre encuentra ropa de su talla, soy el que elije la cola rápida en el super.
Soy al que le sonríe la dependienta del Zara, el que se pone en la portería donde su equipo mete los goles, soy el que gana los sorteos en Instagram.
Soy el que hace los bizcochos a ojo y le salen perfectos, el que está en los sitios cuando hay que estar, soy el que sale del bar justo antes de que haya redada.
Soy el que acierta la contraseña del mail a la primera, el que aparca en la puerta, soy el de los semáforos en verde, el de la bici más rápida, el del camello que gana, el de los dúplex al mus.
Soy un tipo con suerte y a mi una pandemia de nada no me va a hacer cambiar.