No tengo título.

Me gusta comer con las manos.

Llevaba tiempo sin pasar por aquí y ahora que vuelvo no traigo nada interesante, una pena.
Traigo una serie de ideas sin orden y probablemente mal dispuestas, llevo unas semanas muy ocupado en las que no he tenido tiempo de escribir como hubiera querido. Así que iré soltando perlas según me vayan viniendo, de antemano, pido disculpas a lo ofendidos.

Más cosas.
Estoy aburrido de «los educadores». Entiendo por educador todo aquel que da lecciones cada vez que abre la boca, sube una foto a instagram o simplemente escribe un twitt tras otro diciendo lo bien que hace las cosas.
También me aburren «los llorones». Estos son los que comparten su alegría y su pena con la misma poca gracia, necesitan que les animen y les doren la píldora, necesitan apoyo constante y encuentran un filón en redes sociales, pero a mi me aburren.
Y cada vez me gustan más las cosas pequeñas, que no es lo mismo que las pequeñas cosas, parece lo mismo pero no lo es, aunque no se explicar la diferencia. Para empezar, «las pequeñas cosas» suena mucho más poético.
Disfruto con esas cosas pequeñas cada día más: un pan frito en manteca, un abrazo, un plato de vainas con los Lorentzeritos, un baño en la playa, un paquete que trae el cartero (No más…..de mamá), las primeras naranjas de la temporada, untar pan en un caldo, chuparte el dedo mientras haces merengue, etc.
También tengo nostalgia de cosas pequeñas, como ver vídeos del Gipsy Chef, desayunar chocolate con churros los domingos, hacer surf con Ander, hablar con la Luisi, la Leti y la otra, aburrirme…
Echo de menos aburrirme comiendo karrakelas en el puerto o lapas en la isla, pero todo esto tiene solución.
Gracias a que me gustan las cosas pequeñas, gracias a que todo está al alcance de la mano para poder disfrutarlo.

Foto de Sergio.